Mil ilusiones

24.7.06

¡Y daaaaaaaaaale!

“El tiempo dirá...” es una frase muy común, ¿no? Pero ¿qué es el tiempo? ¿Qué lo mide? ¿cuánto es poco, cuándo mucho tiempo?
Para el hombre de familia que espera la llamada del trabajo que le permitirá mantener sus cuatro hijos, una semana es poco tiempo. Para el enamorado que espera que su amada -¡Qué poético que suena!, ¿no?- aclare sus dudas, esa misma semana, los mismos siete días son sólo el comienzo del resto de su vida...
El que pierde el tren por dos minutos siente que es casi una catástrofe esperar diez más a que pase el otro, pero ese tiempo no es nada si se quiere dormir y sólo se logra durante ese plazo.
“Bancame un segundito”, dicen muchos, como si ese lapso no valiera de nada... ¿Qué es un segundo? Pregunten a quien queda cuarto y (sin medalla) en las olimpíadas.

14.7.06

Holissssssssssssssss

¿Cómo vaaaaaaaaaa? ¡Tanto tiempo, mis asiduos lectores! no teman, no me he olvidado de ustedes... Les tengo un regalito, aunque debo reconocer que no es de mi creación... Me lo pasó una persona que quiero mucho... ¡Espero que les guste!



Caricia de Luna


El fin de la oración la toma de la mano e instantáneamente la arremolina y la lleva lejos, sin destino fijo ni ruta a seguir. El recorrido es deseado y cientos de doradas burbujas resbalosas inundan su mente. El punto final le cierra los ojos y un cincel talla el rictus más famoso de Leonardo entre las comisuras de sus labios. Las últimas palabras leídas resuenan pronunciadas por su voz, y rebotan en su mente, provocando una descarga de energía en cada una de sus células. Veía a las palabras disolverse frente a sí y formar un pequeño montón de polvo, del cual surgían a continuación colores, sonidos y gustos. Sin tener una explicación coherente o concreta, la amistad siempre había sido amarilla y una cosquilla en la punta de la nariz. La desilusión sonaba como un acorde en re menor y el otoño sabía a tostadas con manteca y mermelada. Ayer se había sentido verdosa y translúcida; hoy, el acogedor abrazo de las páginas contra su pecho llenaban de tinta su espíritu, volviéndola visible. La libertad es para ella un espacio silencioso, vacío y luminoso, con paredes que huelen a coco y vainilla, o tal vez a lluvia (cualidades todas ellas necesarias para desarrollar la más amplia sensación de emancipación). Intentaba por todos los medios no contaminarse de realidad. La cotidianeidad se aferraba a sus tímpanos y le presionaba los oídos hasta dejarla aturdida sobre el piso de su cuarto, con los brazos rodeando las rodillas y la cabeza colgado inerte entre ambas. El gusto a café amargo en la garganta la arrebató violentamente de la mágica vorágine y la escupió sobre la marchita colcha tejida por su abuela.
Cuando la vista se negaba a continuar recorriendo el camino de sensaciones impresas, la música constituía la nueva vía de escape a una existencia que la defraudaba a cada paso. A veces le resultaba difícil cavar el túnel que la alejaba de su casa y la llevaba a aquel único lugar en el que se sentía tan viento y llovizna soleada. En ciertas otras ocasiones, la huida del hogar era tan simple y fresca como una larga caminata por la costa de Mar del Plata, con las olas saladas mojando inconstante pero insistentemente sus pies.
Al final lo raro no es tan malo, al final lo extraño es excitante. Aquel estribillo se empecinaba en sumergirla bruscamente en el precioso e inconsistente espacio que se había inventado, en el que nunca era cuestionada, y donde era siempre bienvenida.
Guadalupe está triste y expulsa por las noches las palabras que se endurecen en su estómago, que gritan por explotar. Y al mirar por la ventana se pregunta por qué el sol juega a las escondidas con ella, y deja de brillar su luz apartándose de su vista cada vez que necesita su apoyo. Y por qué la luna aparece misteriosa en el cielo, con esa sonrisa que parece burlarse de ella. Desde que tiene memoria le atrae observar la luna, su versatilidad, su grandeza. Era casi hipnótico. Un amuleto y un destino.
Una noche de luna llena de Abril tuvo un momento de lucidez, en el que se percató de la farsa en la que había estado inmersa durante tanto tiempo. ¿Cómo habían podido engañarla así? Con la rapidez de un rayo se convenció, toda la gente estaba equivocada. La luna era un agujero en medio de un telón de terciopelo gigante, como la quemadura perfectamente redonda de un cigarrillo en un sillón. La luz que emitía era luz proveniente del lugar que se encontraba al otro lado.

6.7.06

Esperando bajo la lluvia

Un hombre espera bajo la lluvia. Su paraguas, en el suelo, a su lado, hecho jirones de tela negra y alambres retorcidos.
¿Quién es este hombre? ¿Qué espera? No lo sabemos. Sólo sabemos que es un hombre y que espera.