Mil ilusiones

19.9.06

¿Qué es Poesía?

Revisando los temas que tendré que dar en mis prácticas docentes, me asaltó una inquietud: ¿Cómo diablos daré “Poesía”? ¿cómo captar el interés de los chicos? empecé a preguntarme ¿qué es poesía?, una y otra vez, fui y vine sobre ese concepto... ¿Qué es Poesía?
Como tantas otras veces, decidí recurrir a lo más fácil. Me bastó con inclinar un poco el cuerpo y estirar el brazo la distancia necesaria, para manotear un diccionario y encontrar una definición que aplaque mi sed de conocimiento. El más obtuso de los mataburros enunció: “forma del discurso literario o artístico que se rige por una singular disposición rítmica y por la relación de equivalencia entre sonidos e imágenes.”
Sinceramente, esa definición me pareció un poco pobre. Resolví, entonces, ahondar un poco más en la biblioteca, para encontrar algo más exhaustivo. Un viejo libro de análisis literarios refunfuñaba: “La poesía o discurso poético une a veces la organización métrica a la disposición rítmica y, en esos casos, puede tener una estructura estrófica. Originalmente unida a la música en la canción, se fue independizando y el ritmo propiamente musical fue sustituido por el ritmo lingüístico. Este fenómeno ha motivado ciertas definiciones de poesía en las que se otorga papel relevante a la métrica y deja de lado prácticas poéticas, como la basada en versículos o el verso libre, en las que importa más lo rítmico que lo estrictamente métrico.”
Muy lindo, pero la verdad... Recordé entonces, que lejos de estas definiciones –verdaderas, por cierto, pero un tanto frías y estáticas- numerosos poetas han teorizado (poéticamente), ensayado dictámenes mucho mas bellos que los anteriores. Claro que esas enunciaciones no son científicas, sino que son casi mágicas, misteriosas, pertenecen más al plano metafórico que al real.
Bécquer, además de susurrar “Poesía eres tu” al oído de su musa, sostiene que: “el que la siente se apodera de una idea, la envuelve en una forma, la arroja en el estadio del saber y pasa. Los críticos se lanzan entonces sobre esa forma, la examinan, la disecan, y creen haber comprendido, cuando han hecho su análisis. La disección podrá revelar el mecanismo del cuerpo humano; pero los fenómenos del alma, el secreto de la vida ¿cómo se estudian en un cadáver?” Maravilloso. ¿qué más se puede agregar? la poesía es el cadáver de lo escrito... la verdadera Poesía reside fuera del papel, ahí solo está el cadáver, lo que queda...
Súbitamente vinieron a mi mente las palabras de Antonio Machado: “la Poesía es la palabra en el tiempo”: ¿ Qué es Poesía? Es lo que perdura, lo que se mantiene, lo que queda, lo trascendente, lo que tiene una entidad propia. (Clap Clap, ¡aplaudan!)
Las clases de Teoría Literaria no fueron en vano, pensé sonriendo al recordar: un poco más cerca en el tiempo, Rafael Alberti poetiza a partir de su propia experiencia como poeta: “Hermosa, fuerte, dulce, no me abandones. Eres lo que me queda, fiel. Paz entre la guerra y la sangre... Por ti yo he sido, yo soy música, ritmo veloz, cadencia lenta... Por que por ti yo soy tu, y seré por ti solo, lo que fuiste y serás siempre en el tiempo...”
¿Qué es poesía para Alberti? La disquisición, en realidad debería ser ¿qué no es poesía para Alberti? Es su hermana, compañera en el exilio, en la persecución, en el dolor y en la alegría, es lo que tuvo siempre, lo que tiene y lo que tendrá alguna vez. Es su razón de vida, su ayuda, su solución, es todo lo que es, lo que fue, lo que será y lo que puede llegar a ser. Es su motor, es eso que lo impulsa, lo que lo hace fuerte, débil, sensible y racional. Es lo que le da el compromiso, lo que lo convierte en música de las cigarras populares, de los oprimidos, de los perseguidos, voz de los que no tienen voz ni oído. La poesía es lo que lo salva, lo rescata, lo alza, lo que le da vida a los muertos y a los vivos. ¿Qué es poesía para Rafael Alberti? Es todo y es nada: es él.
Ahora no me quedan dudas, o mejor dicho, solo una: ¿Para qué sirven los diccionarios?

4.9.06

Buenassssssssss

Un rato antes que suene el despertador, sintió entre sueños una molesta luminosidad anaranjada entre los párpados. “Un rayito de sol que se filtra por la persiana” pensó, todavía medio dormido. No quería levantarse aún, calculó que faltaban más o menos dos horas para ir a trabajar: se quedaría en la cama un rato más. Sin abrir los ojos, movió la cabeza, giró su cuerpo dándole la espalda a la pared, por lo que supuso que evadiría el trayecto de la luz, pero fue en vano ya que el resplandor seguía pegándole de lleno en la cara. Todavía podía sentir a través de sus párpados a esa insufrible, a esa intolerable claridad que no lo dejaba regresar al sueño. Nuevamente cambió de posición, ahora boca abajo, primero con la cabeza a la derecha, luego a la izquierda... pero el destello era inevitable, ineludible. Probó cubriéndose la cara con la almohada; ahí estaba resguardado, sólo que -siempre hay algo que complica las cosas- no podía respirar. Impaciente, volvió a su posición inicial, pero apoyó su cabeza contra la pared y se tapó con la sábana: de nada sirvió, la claridad pasaba a través de la manta. Irritado, haciendo fuerzas para no despertarse, dio una serie de giros en la cama, tratando de encontrar en vano un rincón de oscuridad, un segundo de paz, un resguardo a ese pequeño pero insoportable, insufrible fulgor, hasta que por fin se dio cuenta de que en realidad no había ni cama, ni almohada, ni habitación, ni resto del mundo, sólo esa luz y él: él era esa luz, una insignificante e intrascendente luz en un mundo un tanto oscuro a veces.